martes, 8 de octubre de 2013

Comparaciones: miradas críticas desde Guatemala al mundo rural español.

Las luchas de las comunidades rurales (e indígenas) en la región de la Costa Sur de Guatemala se vienen acentuando en los últimos años con las problemáticas que deterioran y destruyen el medio, impactando negativamente en su salud, seguridad y soberanía alimentaria, y economía familiar. Los problemas, como en otras partes del país, se llaman: grandes represas y minas, acaparamiento de tierras, monocultivos de caña de azúcar y palma africana, dependencia de paquetes tecnológicos de semillas y agrotóxicos, deforestación, agrocombustibles, contaminación, falta de acceso a servicios públicos básicos,...
 
Curioso, ¿verdad? Todo les suena. Efectivamente, son exactamente los mismos ataques que viene y está sufriendo el mundo rural en España, estamos de acuerdo que a otra escala, pero los mismos. Será, tal vez, que son los mismos poderes económicos los que operan uno y otro lado del Charco Atlántico…

Igual el problema de las presas ya cesó en España, como cesó la vida para numerosos pueblos ahogados por el bien común, que para eso somos el  país del mundo con mayor número de presas por habitante y km2. La problemática de las minas también lo conocemos y más ahora que la rentabilidad exige que sean a cielo abierto y la mayoría se aprueban sin resistencia, gracias al bien vendido engaño del mal pan para hoy que oculta el hambre para mañana de una tierra inservible de por vida para todas aquellos aprovechamientos agrosilvopastores (y sostenibles) que llevaba sosteniendo históricamente. Otras, en cambio, generan una cierta resistencia, como el caso de Zilbeti.

En el proceso creciente de acaparamiento de tierras somos principiantes, pero ya desde el gobierno español se están dando los primeros pasos, con el intento de expolio de 4 millones de hectáreas de comunales, que supone el proyecto de ley para la racionalización y sostenibilidad de la Administración Local, aprobado el pasado 26 de julio por el Consejo de Ministros y actualmente en tramitación parlamentaria: quizá el ataque más grave. Con la excusa del ahorro en el gasto público se pretende eliminar 3700 Entidades Locales Menores, que de facto no suponen ningún gasto de gestión. Lo que se oculta es que detrás de ellas hay miles de hectáreas de bienes públicos y comunales que  pasarían a ser gestionados por los municipios que les absorbiesen, perdiéndose su carácter comunal y con ello abriéndose la baraja para que pudiesen ser vendidos a grandes grupos empresariales, abriéndose la veda para todo tipo de megaproyectos, como el fracking, y acallándose las voces críticas. Así, se iniciaría un proceso de acaparamiento de tierras, montes y pastos comunales que pertenecen a los pueblos y a las gentes que las habitan y que no son una mercancía, sino la base de la identidad colectiva y el sustento de multitud de actividades agrarias, como la ganadería extensiva. También por el mismo proceso se cerraría la vía para la necesaria recuperación de las actividades agrarias, en un país en el que es necesario restablecer la soberanía alimentaria y una población agraria que sin comunales no va a disponer de tierra para una previsible vuelta al campo desde las urbes.
 

Un recomendación de documental: "Stop al Expolio de los Bienes Comunales".



En monocultivos y agricultura convencional (industrial) somos también expertos y muy poco conscientes de los problemas que generan. La revolución verde también nos enseñó a despoblar las actividades agropecuarias tradicionales y hacer dependientes de multinacionales y de sus paquetes tecnológicos a los pequeños productores, pero en España, en cambio, somos más “solidarios” y como tampoco les pagamos justamente por su producto, por su trabajo, le subsidiamos para que mal subsistan y sean vistos por la sociedad como unos vagos mantenidos.

En el acceso a servicios básicos el mundo rural español también es carente, la no rentabilidad (¡ni que los servicios públicos se debieran medir con la vara de la rentabilidad!) de unos ciudadanos de segunda, hace que los niños tengan que recorrer largas distancias para ir a la escuela o que las emergencias médicas haya que tomárselas con la calma de un largo recorrido hasta la capital de provincia (Arribes quiere vida es un buen ejemplo relativo a la sanidad).

En Guatemala, sin embargo, en las aldeas y comunidades se es mucho más consciente que en España de su situación y sus luchas se sienten inmensamente más potentes, bien es cierto que los problemas se ven acentuados y las masacres para acallar las voces críticas sean el pan de cada día. Ya iré abriendo el abanico, pero el “campo” español y guatemalteco se parecen más que bastante, y para estos inicios he hablado más del primero, del que bien conozco, el otro por el momento lo voy conociendo.

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